martes, 20 de mayo de 2025

LA COLINA: UN MORADOR, UN RUIDO (capítulo 1)

CAPÍTULO 1: UN MORADOR, UN RUIDO.

El día amaneció húmedo y sombrío; una mañana de esas interminables que no acaba de abrir el día, larga, de las que te hacen desear que acabe de salir el sol y que tu cuerpo abandone esa sensación de frío en el interior del tuétano de los huesos. Efectivamente, parecía ser el preludio de lo que estaba a punto de acontecer en la colina próxima al asentamiento del castillo del Conde.

La neblina, no demasiado espesa, pero sí densa, molesta a la definición de la vista, abrazaba aquella colina como una funda a su almohada: no daba opción a vislumbrar con claridad su interior, como si fuese algo que debía proteger. Según se alzaba la vista hacia la cumbre, más espesa se hacía, y aún así, la silueta oscura de la colina era visible. Allí, impertérrita, desafiante, como si te hiciera una llamada retándote a recorrerla y hacerte añicos toda la valentía que pusieras en el empeño.

Los más ancianos estaban sentados en su lugar mañanero comentando la extraña situación que se habían encontrado ese día. El Círculo de Mayores, (como se conocía cariñosamente a éstas reuniones diarias), estaba más alborotado que nunca; normalmente todos aparecían sentados hablando calmadamente, pero hoy, hoy no era así: varios de ellos estaban de pie gesticulando nerviosamente y andando de un lado a otro. Definitivamente, el día de hoy era un día distinto; esa actitud de los ancianos no era conocida entre el populacho y aquello hacía subir la curiosidad de sus vecinos.

Fantore estaba especialmente intrigado por lo que divisaba a lo lejos y decidió acercarse a hurtadillas.

"Sería la mejor manera de poder saber qué hablan cuando no estamos ninguno cerca", fue lo que pensó mientras se iba escondiendo a cada metro que se acercaba: "seguramente no se darán cuenta que me acerco, parecen muy despistados hoy hablando de esa manera, incluso están gritando". Fantore se fue acercando, poco a poco, como los lobos, pasito a pasito, acechando cada movimiento de su víctima, siendo cauteloso de mirar su siguiente paso antes de darlo y así evitar tropezarse y ser descubierto. Por fin, pudo estar a menos de veinte metros, suficiente distancia para oír la conversación y no ser descubierto.

"He dicho que no", concluyó a voces uno de los Mayores; "sacar a la luz lo que tanto hemos callado no hará más que hacer huír a nuestros vecinos, y despertar el miedo entre todos ellos. Debemos protegerlos y continuar como éstos últimos cincuenta años".

"Pero viven en la ignorancia, y si esperamos más, quizá sea demasiado tarde y no tengan tiempo ni de escapar, la historia podría volver a repetirse, hemos de advertiles", decía otro de los Mayores que se encontraba de pie.

Fantore no entendía nada, no acertaba a poder unir nada de lo que decían con la vida que había tenido hasta ahora, estaba despistado y ausente de la realidad que aquellos Mayores estaban hablando, y que a buen seguro, conocían perfectamente, con sus consecuencias. Una duda se le vino a la mente: no comprendía que un tema tan importante como anunciaban hubiese estado oculto tanto tiempo, y más todavía si las vidas de los lugareños corrían peligro. Fantore se mostró más curioso, más ansioso, más nervioso...

"Ssssssssssssshhhhhhhh, ¡callad!, escuchad ahora", dijo uno de los Mayores; "ya lo está preparando". Fantore guardó silencio nuevamente, aguantó la respiración y aguzó el oído, podía escuchar los latidos de su corazón y otro ruido más; era un ruido rítmico, seco, contínuo, lejano pero contundente en su transmisión por el aire, era un ruido cortante, seguro de sí mismo, siempre igual, repetitivamente.

El ruido procedía, como eco, de la parte trasera de la colina, martilleante y serenamente insultante. Transmitía intranquilidad contemplar las caras y los vaivenes de aquellos ancianos, sus movimientos, algunos cuasiespasmódicos, presagiaban que ese ruido les asustaba y estaban logrando contagiarlo a Fantore, que comenzaba a encontrarse el pulso acelerado; quizá esa ignorancia de lo que estaba ocurriendo no le gustaba y le incomodaba de sobremanera. Sin duda, era una situación nueva y preocupante. Desconcertado, Fantore seguía escuchando.

"El morador volverá por sus posesiones, no lo dudéis, y debemos estar preparados", sentenciaba uno de los Mayores entre arengas de unos y negativas de otros.

Fantore concluyó que la colina guardaba un secreto, pero, ¿una persona en la colina?: eso era una novedad para la que no estaba preparado porque jamás se había planteado nada acerca de aquella colina, y hoy, precisamente hoy, estaba realmente tenebrosa alzándose turbia detrás de la neblina.

Con la información obtenida decidió volver al asentamiento antes que nadie se diese cuenta de su falta y continuó la jornada dubitativo y reflexivo. Lo que había presenciado le descompuso el cuerpo y el razonamiento. Una sensación de tapón en la boca del estómago le acompañó durante todo el día.

Llegaba la noche y había logrado callarse lo ocurrido... pero ¿durante cuánto tiempo podría aguantar sin hablar del tema?.

"Una persona al otro lado de la colina, ¿por qué nunca nos han dicho nada?, ¿será un loco peligroso?, y aunque así fuera, no podría contra todos nosotros a la vez. ¿Qué ocurrió hace cincuenta años?, ¿por qué nunca hemos ido a la colina?, ¿guarda algún secreto más la colina?.

Fantore se fue a su lecho de heno preparado en el suelo. Quiso cerrar los ojos, pero la visión de la colina envuelta en niebla, el ruido, el morador y las discusiones de los mayores no le dejaban de atormentar.

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